El Monje de Camoruco: Venezolanos aspiran mejor calidad de vida ¿Actores políticos están haciendo algo para lograrlo?

Noticias Opinión

Entramos al último trimestre del año 2020. Un año realmente atípico y que en lo que se refiere a la salud, la política, educación y la economía, pudiésemos catalogar como “catastrófico”.

 

Mientras la gran mayoría de los venezolanos intenta sobrevivir a los múltiples problemas que acarrea la pandemia en sí, también deben enfrentar las dificultades económicas propias de los bajos salarios y los de otros factores externos que contribuyen a dibujar un panorama desolador en lo que a calidad de vida se refieren.

 

Comunidades, caseríos, pueblos, ciudades y hasta regiones completas, sufren a diario las penurias ocasionadas por la falta de agua, gas, desabastecimiento de alimentos, fallas en la distribución de la gasolina y/o el diésel; sin dejar de mencionar, las acostumbradas fluctuaciones o interrupciones del sistema eléctrico nacional.

 

En conversaciones con mis vecinos y compañeros de tertulias, siempre sale a relucir el tema de la paciencia de los venezolanos y la pregunta sobre el ¿Por qué? ante esta serie de calamidades, no ha ocurrido una respuesta contundente en cuanto a las exigencias ante los organismos competentes para que estas situaciones sean resueltas o atendidas de manera inmediata; y, aunque no falta quien lo atribuye al temor por la represión, otros prefieren endosarlo a la supuesta falta de conexión entre los llamados “dirigentes” y los habitantes de las zonas populares.

 

Mientras en los medios de comunicación y las redes sociales  analistas coinciden en señalar que los principales voceros de la oposición venezolana –independientemente de que no hayan logrado consolidar una verdadera unidad-, han cometido errores básicos en lo inherente a la sumatoria de voluntades para conformar una sólida estructura que de verdad obligue al gobierno a ceder en algunos planteamientos, no faltan aquellos que descargan su ira contra “Tirios y Troyanos”,  fusilando o ahorcando cualquier intento por promover encuentros entre las partes que pudiesen contribuir a que mediante medios civilizados se pueda llegar a un acuerdo satisfactorio que permita tener una base sólida para generar cambios reales y necesarios.

 

Una de esas fallas tiene que ver con la manera y el lenguaje utilizado para dirigirse hacia el sector militar.

 

Ninguna persona puede pretender que alguien se sume a una causa si antes de exponer los planteamientos que pudiesen justificar la adhesión, se han proferido insultos, ofensas y argumentos descalificatorios en contra de quien pretendes que sea tu aliado. Usted no puede pretender que una muchacha bonita le preste atención si en lugar de obsequiarle flores o llevarle una serenata, ataca a sus familiares o le cae a piedras a su casa, ni mucho menos esperar que porque conoces a un familiar de la Dama, esa persona le va a imponer que debe atender tus pretensiones de “golpe y porrazo” y por obligación.  

 

Por otra parte, tampoco usted puede pensar que como es un campeón en las redes sociales, declarando a los medios de comunicación o tiene X cantidad de seguidores, ya se convirtió en el “Papá de los helados”. La realidad queridos amigos, es que en Venezuela, el 78% de los teléfonos inteligentes están en manos de jóvenes que poco les importa la grave situación del país; entre otras cosas, porque ellos viven en una burbuja aparte que tiene que ver con cualquier otra cosa muy distinta a las fallas de los servicios públicos, el hambre y la miseria; y, si a lo anteriormente descrito le sumamos que todavía existen dirigentes que temen visitar los sectores populares, otros que insisten en hacer llamados a concentraciones, marchas y protestas desde la comodidad de sus hogares o celulares o los que asumen la lucha por una Venezuela mejor estrictamente desde la óptica de sus intereses personales, corroboramos que existe una amplísima diferencia entre lo que debería ser el correcto comportamiento y desempeño de quienes aspiran a dirigir un proceso de cambio y el que mantienen actualmente estos personajes frente a esta contingencia que amenaza cada día a nuestros ciudadanos.

 

¿Qué si hay futuro? ¡Claro que sí! La cosa está en que tenemos que trabajarlo día a día rescatando la conciencia ciudadana. Vamos pa´ esa.

 

 

 

Hasta la próxima semana apreciados lectores.

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