¿Es hora? por Gonzalo Martín

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Enero 2019, Venezuela comenzaba a despertar después del knockout que le dieron dos años antes.

2017, como ocurrió en Cuba hace unas pocas semanas, se levantó y exigió. Un poco menos de cinco meses duró el país bajo protestas, muertes, persecuciones, detenidos, heridos y algo de caos. La dictadura, como siempre intransigente, no se podía dar el lujo de permitir que la euforia de libertad creciera más allá de la mitad de Caracas y de la otra mitad del país.

Por cierto, la reciente revuelta cubana fue una exacta copia de la venezolana de un par de años atrás. La misma acción social y la misma reacción represiva. En Venezuela, gracias al liderazgo político y la gente tuvimos oportunidad de luchar más y por más tiempo, pero la manera represiva de atajarlas, según lo que se pudo apreciar por lo poco que se informó desde la isla, fue similar. Por supuesto, los cubanos tienen más tiempo bajo represión y control social que lo que aún hay en Venezuela.

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Volviendo al tema de hoy, luego de miles de detenidos, más de ciento cincuenta asesinados por represión y otros tantos de miles de perseguidos y amenazados durante las más de 4.180 manifestaciones de ese año en Venezuela permitió que el régimen extinguiera el descontento popular, vino después un 2018 más tranquilo, más controlado por la dictadura donde se respiró un aire de aceptación y resignación, habíamos dado el todo por el todo y habíamos perdido.

El régimen de Maduro logró torcer el brazo de la gente. Esto aceleró la emigración; el exilio ciudadano aumentó y el político también, la persecución jamás se detuvo, líderes que dieron la lucha del año anterior tuvieron que salir del país producto de la persecución judicial y muchísimos venezolanos debieron buscar un futuro más cierto.

En fin, el año 2018 fue una especie de venganza de Maduro contra la ciudadanía; mayor inseguridad pública, cada vez mucho menos empleo, cruel escasez, inflación criminal así cómo unos servicios cada vez más ineficientes hacían de Venezuela un lugar realmente inhóspito para vivir.

Mientras tanto, la oposición política se reajustaba, buscaba esa oportunidad de volver al ruedo, aún a pesar de los riesgos que se corrían (y se corren).

Y así llegó el 2019, cambio de directiva en la AN y los partidos políticos habían encontrado la rendija, la ilegalidad de aquella asamblea nacional constituyente y la reelección de Maduro.

Entonces sumaron, gracias al sacrificio de los héroes caídos en una lucha pacífica, a los perseguidos, a los políticos en el exilio y a Trump (las cosas hay que decirlas completas, aunque luego el ex presidente norteamericano también la “embarrara”. Pero sin su apoyo poco se habría podido hacer) se reformuló la lucha y de nuevo comenzó la esperanza.

Fue así entonces que el 2019 le alborotó de nuevo el jardín al chavismo, el régimen comenzó a apretar de nuevo las tuercas; aún con eso la gente recuperó fuerzas y crecía de nuevo la esperanza.

Pero esta esperanza se fraccionó, el pensamiento popular se dividió, por un lado los que reclamaron una salida inmediata y por el otro los que hacían lo que podían conscientes que la inmediatez frente a un régimen asesorado por cubanos había quedado atrás. Las fantasías de una intervención militar en Venezuela sólo estaban (y aún están) en la mente de unos pocos que ilusionados en el nada claro mensaje de Trump y en el “solos no podemos” se propusieron imponer su solución como la única. Esto trajo la división en cuanto al método para salir de la dictadura. Como los radicales opositores no lograban avanzar, recurrieron a la descalificación del liderazgo acusándolos de casi todo, se puso de moda la palabra “cohabitación”, evidenciaron un par de eventos de malversación de funcionarios menores del interinato que sí crearon mella en pensamiento de buena parte de la gente, sobre todo a través de la única herramienta que le queda al venezolano para enterarse, ¡las RRSS!.

Luego vino el 2020 y todo se enfrió. La oposición radical y el régimen, que en algunos casos parecieran trabajar agarrados de las manos, tuvieron la oportunidad dorada de tener la atención de una sociedad cautiva por la cuarentena que debió recurrir a las redes para mantenerse medianamente activa y enterada, y es allí donde con un mínimo esfuerzo lograron romper un poco más la esperanza de lucha en la sociedad venezolana.

Mientras tanto, el liderazgo opositor ha seguido activo, el de verdad, el que no ha abandonado la calle; el que luchando contra sí mismo ha permanecido constante en su empeño contra la dictadura, con sus altos y bajos, con sus diferencias y estilos, con errores y aciertos ha estado presente, siempre presente, aún en un año lento para la lucha el régimen no ha desistido en su persecución judicial y en la represión.

Es que las únicas herramientas que le quedan a los bandos en el país son:

Por la dictadura, la violencia y la persecución judicial.

Por la oposición, las sanciones internacionales.

Maduro controla el país por la fuerza y la oposición le tiene agarrada las gónadas a través de las sanciones internacionales.

Nada avanza, ni para unos ni para otros.

El chavismo no tiene el dinero y lo quiere y la oposición quiere retomar el país a ser un país, no una finca.

Juego trancado pero Maduro sigue allí.

Hay que negociar, Trump nunca envió tropas, Biden tampoco lo hará, los europeos son algo tímidos, se está perdiendo fuerza política democrática en latinoamérica pero las sanciones están allí para usarlas y los chavistas quieren el dinero.

Repito, juego trabado donde los que están en el medio padeciendo somos los venezolanos.

Hay que intentar lo que sea. Una muy frágil burbuja (ilusión) de recuperación económica no es suficiente para el ciudadano en Venezuela.

Hay mucha hambre, mucho COVID, mucha precariedad en los servicios. Y al régimen poco le importa eso, ¿entonces? el régimen que quiere “su” dinero propone negociar.

Pues habrá que negociar, al menos intentarlo.

Y así estamos hoy, a punto de entrar en otra fase de conversaciones a ver si…

Hay que recordar que todos los que apoyan la causa democrática en Venezuela y controlan las sanciones piden que se negocie.

¡Hay que sentarse!

Para finalizar, pienso que entre este nuevo intento de solución negociada y un inminente evento “electoral” está llegando la hora para definir nuevas posiciones políticas.

Existe en la oposición un liderazgo que necesita renovarse, tanto en los planteamientos como en sus protagonistas.

Es momento de aprovechar esta coyuntura de negociación y elecciones para dar un giro buscando nuevas esperanzas y fuerzas de lucha.

Allí les dejo eso!

Gonzalo Martín

IG / TW: @gmartin1961

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