“Los nadie” hablaron en Colombia por Rafael Rodríguez Olmos

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200 años después, el pueblo colombiano se siente humano y cargado de esperanzas. Le apostó todo a Petro en unas elecciones que por primera vez pasa del 50% de participación en más de 50 años. Por millones salieron de los poblados, cabalgaron en mulas, montaron en autobuses, navegaron en curiaras y en bongos. Todos iban a los centros de votación. Todos llevaban lo único que les queda, el alma, la necesidad de vivir para que los hijos tengan un mañana. Uno de los pueblos más sufridos del mundo, decidió jugarse a Rosalinda, apostar por la vida a pesar de las balas que pasan por sobre sus cabezas, apostar por los sueños  sin importar si están encendidas las motosierras, apostar a construir una patria, por encima de la crueldad de los paracos.

 

200 años después decidió enfrentarse a la ignominia santandereana, al abuso, a la persecución, a las mentiras de los medios de comunicación, al robo, al vapuleo, a los terrófagos, a los generales ladrones y sin escrúpulos. El pueblo de la camándula y la tartamuda, el pueblo que venera a la cucha y a “Chusito”, despertó y decidió que si ese era el final, pues entregarlo con dignidad, con la dignidad del pueblo que sufre todos los días.

 

Por eso Petro es convierte en una especie de Mesías. O lo convertirán en un santo: le dirán San Destino, porque los 12 millones de colombianos que acudieron contra viento y marea, esperan una especie de magia, de una decisión divina para convertir en alegría todo lo que ha sido odio, en felicidad todo lo que ha sido tristeza y en futuro todo lo que ha sido desesperanza. Es el que más importa, el pueblo que es nadie y que siempre ha sido nadie, pero que ha sido el custodio de las riquezas de su país, y ha pagado con sangre la destrucción de la naturaleza, el alzar una voz para que no les arrebaten sus casas, sus animales y sus pocos enseres. Es el pueblo que no creyó en las campañas de odio sembradas desde las redes sociales y estimuladas por los medios de comunicación, es el pueblo que bajó a todos los santos para que ejercieran su fuerza en los centros electorales y que no le robaran los votos al guerrillero, al hombre que decía la verdad y que siempre ha hablado de una Colombia para todos, justa y de progreso. Es el hombre que habla de poner una plato de comida en la mesa de cada colombiano y hacerles ver que sí hay destino, pero que deben construirlo todos juntos.

 

Tamaña empresa para un solo hombre, en un país que comienza a desintegrarse, donde las nuevas corporaciones: el narcotráfico y el paramilitarismo, deciden todo lo que se va a hacer, qué diputado será electo, qué senador será desincorporado, que juez debe estar en tal tribunal, que abogado será el Fiscal General de la República, qué coronel podrá ascender a general y que general debe irse de baja. Cómo en tan poco tiempo darle a un país un futuro para sus ciudadanos. Cómo limar las asperezas, como hacer entender a las nuevas generaciones que su tarea es construir lo que se ha destruido. Pero “los nadie” han hablado. “Esto es por nuestras abuelas y abuelos, las mujeres, los jóvenes, las personas LGTBIQ+, los indígenas, los campesinos, los trabajadores, las víctimas, mi pueblo negro, los que resistieron y los que ya no están… Por toda Colombia. ¡Hoy empezamos a escribir una nueva historia!”, escribió Francia Márquez, la compañera de fórmula de Gustavo. Una abogada negra, con un nivel de cultura que ya quisieran las blancas, perseguida, mancillada,  amenazada, pero con los ovarios del tamaña de un balón de futbol.

 

Creo que Francia está diciendo, que es imposible hablar de reconstrucción, sin la construcción previa de un poderoso frente popular que sea capaz de detener la embestida que se aproxima. O es que están creyendo que la derecha absurda y escoria, se va a quedar quieta luego de esa derrota. Los enemigos estarán a la vuelta de la esquina, y los habrá no solo en las fuerzas armadas de ese país, profundamente corrompida, sino en las policías, que es un cuerpo militarizado, en los bomberos, en la administración pública. La metástasis de Colombia no es fácil curarla; pero el pueblo con su voto acaba de decir que junto a Petro, se convertirán en la primera medicina para el cáncer.

Es como dijera alguna vez García Márquez: “Los seres humanos no nacen siempre el día en que sus madres los alumbra, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez… Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidarse es difícil para quien tiene corazón”.

 

Cómo no va a haber alegría en el pueblo latinoamericano con semejante triunfo. Cómo no creer en la esperanza cuando un pueblo desesperanzado ha vuelto a buscar su destino. Ayer regresaron a sus casas, con su santos, con su camándula, a enfrentar de nuevo a la tartamuda y a la motosierra, pero con la sonrisa y la alegría de que ahora sí es posible encontrar la justicia. Quién quita que hayan elegido a un santo con poderes mágicos que al final resuelva todo. Al menos conoce a su pueblo y tiene la firme decisión de rescatar a Colombia de las garras del oprobio al que ha estado sometida desde que un traidor llamado Santander se apoderó de ese país, hace ya 200 años.

El gran poeta nadaista colombiano, Gonzalo Arango, escribió: Cuando uno cede en su alma/ deja de ser uno/ para ser como la masa/ Ceder es dejar de ser/ La soledad más insufrible/ es la sociedad/ incomunicación de las almas/ que van marchitando la carne

 

Caminito de hormigas…

 

“A ese hijo de puta lo mandaron de Caracas a este Pdval disque a dirigirlo y  creó una mafia que le vende los pollos a todos los negocios, y nos quitó los que nos daban semanalmente. Además es un escuálido a quien el rojo le da asco. Dime hermano, qué podemos hacer”, me preguntó la camarada.

 

 

 

 

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