La manada de lobos por: Rafael Rodríguez Olmos

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Amigos de siempre, camaradas, me expresan su angustia por el sino del país. La incertidumbre se los come. La situación del día a día, atrapa a cualquiera y los estrella contra la pared. “Viste Olmos, ya el dólar es el equivalente al salario mínimo, es que el gobierno se equivocó. Debió negociar con Estados Unidos para que no estuviéramos viviendo esto”, me contaba un amigo chavista.

La desesperación da para todo. Nadie asume su pedacito de culpa. Para los chavistas, la oposición es la culpable de todo. Para los opositores, es el gobierno, “la tiranía” como suelen llamarla los idiotas. La primera “tiranía” que conozco donde en veinte años, se han hecho más de una elección por año. “Fin de mundo”, hubiera dicho el Tío Miguel.

Y las ultimas expresiones que escucho en la calle, me dejan más perplejo. “Que terminen de invadir de una vez esta mierda y que haya un derrame de sangre, pero que esta vaina se resuelva de una vez”. Es como si estuviera escuchando William Brownfield: “intensificaremos el bloqueo y la población recibirá las consecuencias de hambre por algunos meses o tal vez años”, fue lo que dijo.

Es obvio que la desesperación pone a la gente a decir cosas que quizás no querría decir en otras condiciones. Más en el caso de Venezuela, donde nunca vivimos una situación económica tan difícil como la de ahora. Conozco hogares donde todos se acuestan sin comer, o con una comida en todo el día. Conozco hogares donde los padres le entregan sus comidas a los hijos para que no se acuesten sin comer. En la mayoría de los hogares que conozco, se hacen solo dos comidas: un desayuno tarde, que usualmente es una arepa, una sola, con un poquito de queso rallado y un tarro de guarapo de café, colado por sexta vez, solo para que tenga el olor. El almuerzo es a las tres de la tarde, que casi siempre es frijol chino lleno de tierra, con arroz o pasta. Quizás con suerte, un pedazo de yuca salcochada. Si sigue la suerte, la proteína será sardinas, picaditas, ya sazonadas con cualquier cosa, y si la suerte es mayor, entonces habrá patas de pollo, que en mis tiempos las regalaban, pero que ahora cuestan un dólar el kilo, es decir, el salario de un mes de un trabajador. Estoy hablando de hogares clase media, no de los barrios.

Nunca los venezolanos vivimos una cosa como esta. Incluso en mi época joven de militante comecandela, la comida de los pobres en los barrios de Caracas, era sardina con espagueti y arepa con mantequilla y queso. Jamás faltó el café, incluso muchas, muchas veces, había café con leche para tomar. Hoy, un kilo de café cuesta dos salarios mínimos, o dos dólares que es lo mismo.

No es fácil entender lo que ocurre. No olviden que, hasta no hace mucho, la propia oposición tenía desplegada una campaña, según la cual, no había bloqueo económico, sino que era un invento de Maduro, Cabello y las huestes del chavismo. Y el idiotismo venezolano siempre lo creyó. Ahora lo creen porque el mismo imperio le reseña

Los bloqueos no son un juego. Cuba lleva 60 años de cerco. Muchas cosas han dejado de hacer los cubanos, por no tener materias primas, repuestos, medicamentos, papel, libros, y una larga cadena de etcéteras. Cualquier país que ha osado enfrentarse al Big Brother, sabe de qué se trata un bloqueo. Es el que vive Venezuela, un país con las mayores reservas petroleras del mundo, pero donde no hay gasolina, simplemente porque para hacerla hace falta un catalítico que producen y desarrollaron trasnacionales gringas. Ello para decir lo peor, y no hablar del sin número de fábricas que están paralizadas porque simplemente no hay materia prima, incluyendo dos de las industrias más importantes: los medicamentos y los alimentos. No estoy seguro, pero me atrevo a decir que el bloqueo contra Venezuela ha sido, por largo, mucho más agresivo que el aplicado a Cuba. La falta de materia prima para hacer papel toillet, por ejemplo, es un indicativo de ello, o de algún componente para hacer pasta de dientes. Y ciertamente el venezolano está viviendo toda esa tragedia, culpa sin duda del fenomenal bloqueo. Con el agravante de que el gobierno no se atreve a decirle que lo peor aún no llega.

La otra parte del problema es el tema de la invasión “para acabar de una vez con esto”, como dicen mis panas.  Mis buenos amigos aún no entienden que el Big Brother no negocia, impone, arrebata, se toma lo que necesita, y punto; y, además, no acepta condiciones. Pasa por encima de quien sea.

Ahora la tecnología nos permite saber de inmediato qué ocurrió en algún lugar del mundo. Por eso sabemos que nunca hubo armas de destrucción masiva en Irak, aunque   desintegraron ese país y mataron a un millón de ciudadanos. Ni hablar de Libia, a mi juicio el país que más había avanzado en la construcción del socialismo. Primero el bloqueo y luego la destrucción, incluyendo el asesinato de Kadafi, para que Libia sea lo que es hoy, el caos. Y qué ocurrió en Panamá, cuántos asesinatos y cuántas violaciones a los derechos humanos. Cuántos países han pasado por allí.

La visita de Pompeo a la región, incluyendo algunas islas del Caribe, deja el panorama perfectamente. No hay nada nuevo. Es lo mismo que hacen cuando van a invadir un país, o van a desatar una escalada agresiva. Las hordas se reúnen en Colombia y Brasil, como manadas de lobos para atacar a Venezuela. Incluso están calculando acabar con todo en 60 días. Por supuesto, los mercenarios entrarán primero

Quienes aprueben o esperan una invasión del Big Brother y sus mandaderos, no tienen idea de lo que eso significa. Allí no es solo un problema de orgullo y de dignidad. Es que se producirá el verdadero derramamiento de sangre que tanto se ha evitado. Las fuerzas invasoras no creen en aliados. Vienen a cumplir una misión y saben que son hostiles, por lo que también recibirán respuestas hostiles. A dónde llegará la sangre, no sé. Pero sí sé que el país y su población después de eso, será otra cosa.

Caminito de hormigas…

Un camarada de Aragua me pregunta: “Cómo es que Roque Valero, quien ni siquiera conoce Aragua, sea candidato a diputado por el municipio Arismendi, pueblos donde nunca ha ido. Hasta cuándo las imposiciones”

 

 

 

 

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