Dilia o Luisa por Gustavo Hernández Salazar

Noticias Opinión

Dilia Margarita González Gutiérrez, mi amiga de muchos años, murió hace algunas semanas en un hospital público de Naguanagua (Carabobo), donde no la pudieron atender como requería porque no había luz y el “centro de salud” no tiene planta eléctrica.

A Luisa, como la conocían sus cercanos compañeros de luchas clandestinas en tiempos ya  lejanos, la conocí porque fui a verla a una pequeña granja  propiedad de ella y de Gonzalo Herrera, su marido, ubicada en las afueras de Guacara, ciudad a la que siempre estuvo vinculada después que salió de Caracas, donde nació. En aquella ocasión, me acompañó Roseliano Serrades, un legendario dirigente popular de la zona al que tengo años que no veo, que era su amigo y quería presentármela.

Eran como las 7 la noche, el sitio quedaba al final de un largo callejón, para entonces totalmente obscuro – seguro que ahora también -; no se veía un alma por todo aquello, activamos un raro sistema de comunicación, pero pasaron más de 20 minutos y nadie nos atendía, estaba a punto de decirle a Roseliano que diéramos por concluida la tarea cuando a lo lejos vimos una luz que se nos acerca, era Luisa, enfundada en unas botas plásticas amarillas que parecían quedarle grandes, con un machete afiladísimo en una mano y una linterna en otra; su cuerpo se veía pequeño, lo era, en efecto, no así su carácter , después lo sabría bien.

Con cierto recelo al inicio, se incorporó con nosotros a la lucha política y electoral; después se soltó y era un huracán; al tiempo, salió electa legisladora de Carabobo y nos hicimos grandes amigos.

Los vaivenes de la política nos separaron, pero seguí siendo amigo de todos los Herrera-González, a veces la veía y charlábamos un poco, pero con frecuencia preguntaba a sus hijas por ella. Las últimas veces que hablé con Dilia la sentí decepcionada de la política, ¿del “proceso”? , no me lo dijo, aunque me lo pareció.

La muerte repentina y precoz de Dilia González me golpeó duro, muchos amigos se han ido en poco tiempo con está maldita pandemia, pero Dilia no era una más en esa fatídica cuenta, era especial; tenía un endiablado carácter, es verdad, pero se hacía querer y mucho.

Bastante más podría escribir sobre Dilia o Luisa, pero, por ahora, solo me limitaré trasmitirle a Iramarú y a Eva, sus hijas, a sus nietos y a Gonzalo, mi aprecio y mi pésame. Paz a su alma .Murió una venezolana que amaba con pasión  a su país.

 

Texto – Foto

gustavohs2005@yahoo.com

 

 

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

88 − 81 =