La nueva polarización por Gonzalo Martín

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Una niña logra que su papito enchufado cierre el puente Rafael Urdaneta en Maracaibo para grabar un vídeo al estilo Lady Gaga (por cierto, la niña canta horrible), al otro extremo, los ciudadanos de la misma ciudad pasan interminables horas sin electricidad.

En Turén, estado Portuguesa asesinan cruelmente a dos jóvenes con evidentes muestras de violencia mientras “El Coquí” hace de las suyas en Caracas; al lado opuesto, los guardaespaldas cuidan de sus protegidos hasta para que ni siquiera se detengan en los semáforos.

Raúl Gorrín es visto en Los Roques en plena semana restringida (para algunos), mientras nadie puede ir a “Playa Vasito” en Vargas a tomar Sol por un par de horas.

Cuando Chávez fue detenido en el ’92 por su fracaso golpista, el sujeto en cuestión junto a sus cómplices, en su reclusión recibió atención VIP tanto en la cárcel como en el hospital militar, en el lado opuesto los presos políticos venezolanos no ven luz del Sol en meses y mueren por indiferencia o tortura del sistema.

Mientras en San Martín y Sabana Grande de Caracas los locales deben cerrar por la pandemia (o atender “guillao”) en la urbanización Las Mercedes los valet parking y guardaespaldas están fuera de restaurantes y tiendas atendiendo y cuidando a sus clientes.

La vida polarizada en Venezuela ha trascendido el asunto político; ahora la polarización es social.

¿Quién lo hubiese dicho? El chavismo con su socialismo y sistema participativo creó la mayor brecha social que existe.

Mientras el desparpajo en el gasto sucede por parte de los conectados al régimen así como sus “funcionarios”, en el otro extremo hay gente que muere de hambre y hurga entre la basura o depende de una harina precocida en su caja CLAP para ayudarse a vivir.

“Dime de qué alardeas y te diré de qué careces”

Es inmoral que mientras Maduro se dice “presidente obrero” (por cierto, eslogan extraordinariamente ridículo) el trabajador de verdad no consigue cómo mantener a su familia por falta de oferta laboral.

El “socialismo del siglo veintiuno” ha cavado la más grande zanja social que se sepa en la Venezuela contemporánea.

Es la Venezuela polarizada, unos tienen demasiado y otros tienen casi nada o nada. En la brecha del medio, los que quedan casi están desaparecidos.

Solo hay que darse una vuelta por Prado María, Lebrún, Las Acacias, La Florida, La Pastora, San Bernardino… e ir de coñazo a Las Mercedes. ¡La diferencia es brutal!.

El otro día me dije: “Caracas es Las Mercedes y lo demás es monte y culebra”.

Es evidente que un grupo pequeño muy privilegiado en Venezuela se acuartela en su gueto para crear la vida que hoy no pueden darse en el exterior; allí construyen su búnker de lujo. El lugar está minado de nuevas construcciones para oficinas, de restaurantes y cafés de sofisticado diseño, de modernas y llamativas decoraciones que contrastan violentamente con el desarrollo del resto de la ciudad (y del país). Por supuesto, también han creado franquicias de la opulencia, Casino del Humboldt es un ejemplo de ellos, pero hay más, vuelos turísticos para pocos que parten directo desde La Carlota a Los Roques y algunos otros detallitos exclusivos más.

También son evidentes las restauraciones de mansiones en el Country Club y La Lagunita mientras los colectivos rojos buscan viviendas para invadir y otorgarlas a los necesitados de techo.

Es la polarización social en pasta, los dos extremos sociales representados por un lado con la repentina riqueza restregada de manera vulgar contra la pobreza del resto del país.

Es un hecho que más del 90% del país se ha empobrecido, cada uno en sus diferentes niveles, y este empobrecimiento demuestra su proporción contra los beneficios de un muy reducido grupo en la sociedad venezolana; casi todos asociados a la revolución.

Una élite consigue mejorar sus niveles de vida mientras una clase media casi desaparecida lucha por sobrevivir, a la vez que el piso más bajo la pobreza se nutre de la basura y las dádivas del bono otorgado por el régimen para que se queden tranquilos.

Es inmoral la diferencia social impuesta por el chavismo; un par de artículos atrás lo titulé: “La Opulencia Como Arma de Intimidación” y es que veo que por allí van las cosas.

Hoy hay pocos jóvenes que manejan sus grandes camionetas blindadas y algunos de ellos con guardaespaldas, al extremo opuesto la mayoría de los otros jóvenes debe viajar en un Metro atestado de gente sin puertas en sus vagones y sin iluminación.

Por cierto, en las larguísimas colas para poner gasolina subsidiada no se ven las cantidades de camionetas de último modelo ni carros lujosos que pululan cómodamente por el este capitalino. ¿En donde surtirán de combustible a sus vehículos los privilegiados de hoy?

Debo aclarar que, aunque no lo parezca, este texto no es un manifiesto al socialismo… ¡NO!.

Lo que pretendo exponer aquí es la profunda arrechera que me origina la falsedad de los chavistas y su propuesta del socialismo igualitario cuando son ellos mismos los que arriman para sí los beneficios del dinero mal habido.

El chavismo privatizó las oportunidades de crecimiento económico únicamente para ellos.

Aún hay venezolanos emprendedores que se la juegan en Venezuela, pero la explosión de riqueza, la repentina efervescencia del lujo en el país sabemos que viene de los miles de millones de dólares perdidos en un Estado opaco y gris en sus cuentas jamás rendidas, explicadas… prohibidas.

Insisto, contra esto, contra la pobreza inducida desde Miraflores hay que rebelarse, levantarse…

¡arrecharse pues!

¡Allí les dejo eso!

Gonzalo Martín

IG / TW: @gmartin1961

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