La diáspora como refugio del migrante venezolano

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La migración venezolana persiste y es la segunda en el mundo. Detrás de los millones que han abandonado su país hay historias personales y familiares. ¿Cómo recuperar la esperanza frente a semejante tragedia?

En los últimos años, más de cinco millones de ciudadanos venezolanos se han visto obligados a salir de su país a causa de la emergencia humanitaria y la crisis política en las que su nación lleva tiempo sumida. Venezuela ha perdido el 17  % de su población, un fenómeno de movilidad humana que es considerado por Naciones Unidas el segundo del mundo después del caso sirio. Los principales países de acogida son Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Argentina y el norte de Brasil. Pero esto no fue siempre así.

Históricamente, entre los lugares preferidos por la emigración venezolana estaba la península ibérica. Había muchos venezolanos en España y en otros países vecinos como Italia y Francia. También en la costa de la Florida. Pero con la llegada del chavismo al poder, se empezó a diversificar la migración venezolana. La diáspora moderna tuvo un crecimiento importante en el año 2015, bajo la presidencia de Nicolás Maduro, cuando los venezolanos comenzaron a emigrar masivamente.

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La migración del desespero

La migración era protagonizada por la clase media venezolana hasta no hace muchos años. Sin embargo, esto ha cambiado: «Ahora migra no solo la clase media y media baja, sino fundamentalmente las clases populares y pobres», expresa Ángel Arellano, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de la República de Uruguay y actual coordinador de proyectos en la Fundación Konrad Adenauer. Arellano es autor de dos libros sobre el tema: Venezolanos en Uruguay, de 2019, y Florecer lejos de casa, editado por la KAS en 2018, ambos disponibles en la biblioteca digital de www.dialogopolitico.org. «Migraban caminando, en autobuses, de forma terrestre, y en ese sentido, no iban hasta Estados Unidos o hasta Europa, sino a los países que tenían más cerca», sigue narrando Arellano. Él describe los rasgos actuales de la migración venezolana, cuyo destino más importante es Colombia, seguido del corredor andino, llegando hasta Argentina y Uruguay.

Magaly Sánchez es investigadora Fulbright 2020-2021 en Colombia y experta en migración, con una extensa experiencia académica varias universidades de Estados Unidos. Ella profundiza en ese cambio: «En un primer momento hubo una gran ola o un flujo venezolanos altamente calificados y profesionales y educados, que fue seguido por una ola de jóvenes universitarios recién graduados y, recientemente, en la medida en que el autoritarismo se ha impuesto, el deterioro del sistema ha generado una gran pobreza y una crisis humanitaria compleja, evidentemente estamos en presencia de una salida de población masiva, una migración masiva, muchísimo más vulnerable, la llamada migración del desespero, que se inicia en 2014 y 2015 y se dirige fundamentalmente a Sudamérica».

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Documentación y mafias

Los trámites para obtener la documentación esencial son uno de los problemas más importantes a los que se enfrentan los migrantes venezolanos. Una cuestión que comporta dos inconvenientes. El primero de ellos radica en la propia Venezuela. «En Venezuela desde hace muchos años se ha visto una crisis generalizada de las instituciones. Pero hay una crisis muy especial en cuanto a las instituciones que generan la documentación de las personas», describe Arellano. Ese déficit en el funcionamiento de la institución encargada terminó generando una red de mafias que proveían de documentación falsa a quien quería abandonar el país.

En Uruguay, por ejemplo, solo la mitad de los venezolanos que llegaron en el año 2017 tenían la documentación en regla y sin errores, o era directamente falsa. Se trata de documentación que es esencial para poder solicitar una residencia temporal o permanente en cualquier país de la región.

La segunda dificultad es la heterogeneidad de los marcos normativos para recibir a los migrantes en América Latina, donde cada país tiene sus condiciones. «Hay algunos que tienen un poco más de apertura, como es el caso de los países del Mercosur, donde destacan Uruguay y Argentina, con marcos positivos. Después hay otros países donde se necesitan otros trámites más complejos. El caso de Chile, que era en términos generales relativamente fácil, pse complicó con la visa de responsabilidad democrática que decretó el presidente Piñera, que requería un par de trámites extra. Trámites que para un venezolano cuestan mucho más de lo que puede costar para un ciudadano de otro país. De otro país democrático, naturalmente», explica Arellano.

Las demoras y los tiempos largos de los trámites administrativos, el papel de las mafias, así como la urgencia de la migración, castigan aún más a las personas en extrema vulnerabilidad, que no tienen recursos para regularizar su situación. Esto ha generado que grupos importantes de venezolanos en diferentes países de la región tengan su situación por regularizar, a pesar de que los países de acogida han dado pasos para solucionar esta situación.

La imposibilidad de acceder de manera segura y rápida a la documentación necesaria para emigrar, las diferentes regulaciones existentes en los países de acogida y la vulnerabilidad de una buena parte de los venezolanos que emigran, víctimas también de las mafias organizadas en torno a esta necesidad, dibuja un panorama verdaderamente preocupante. Más cuando la Organización Internacional de las Migraciones considera que para finales de este año habrá unos siete millones de venezolanos emigrantes en el mundo. Un desafío enorme para los países de acogida, estando todavía en situación de pandemia.

El rol de la diáspora

Con el deterioro institucional en el país de origen y las dificultades de los países de acogida para dar respuesta a este enorme movimiento migratorio, cobra vital importancia el papel de la diáspora venezolana, como instrumento de apoyo para los compatriotas que quieren emigrar y también para los que se quedan en el país.

Para la investigadora Magaly Sánchez, la mayor diáspora es la constituida a través de las remesas, el envío de dinero o especies de los migrantes que están incorporados a la sociedad de destino. Es tan importante esta aportación que supone en torno al 15% del producto interior bruto del país venezolano.  Su uso «está dirigido sobre todo al consumo, porque la población se ha quedado sin trabajo y queda altamente dependiente de esas remesas que le manda el familiar que salió, el migrante que salió», sentencia Sánchez.

Pero no solo es lo que generan a nivel económico para sus familias, sino que los venezolanos se han organizado en redes en los países de destino, que sirven de colchón para los nuevos migrantes que llegan a esos lugares. Sánchez afirma que «hay una diáspora organizada a destino que logra de una forma u otra de generar recursos de integración de esa población migrante».

Ángel Arellano sostiene que el servicio exterior del Estado de Venezuela no presta atención a la diáspora y su función es más de servir de propaganda del régimen de Nicolás Maduro. De hecho, muy pocos migrantes se inscriben en el registro consular de los consulados venezolanos de los diferentes países. Ese vacío lo cubren organizaciones no gubernamentales y otras entidades.

«En el Cono Sur —Chile, Argentina y Uruguay— se ha visto una emigración bastante importante de ciudadanos venezolanos, cientos de miles. Y esos cientos de miles son atendidos por los gobiernos de esos países o por las asociaciones civiles y ONG de venezolanos organizados que han podido dar un apoyo o una mano, a través de coordinación de albergue y refugio con la Organización Internacional de Migraciones o ACNUR, que son las que básicamente organizan y coordinan la atención al migrante en el extranjero. Ahí hay una clara ausencia del Ministerio de Relaciones Exteriores venezolano, de las instituciones oficiales, porque atienden el tema político afín al régimen y descuidan a la ciudadanía», concluye Arellano.

La Organización Internacional de Migraciones afirma que a finales de este año habrá siete millones de venezolanos emigrados de su país, en un movimiento que explotó y cambió por completo a partir del año 2015. Una tragedia humanitaria de proporciones que aún no podemos calibrar y un desafío enorme para los países de acogida.

En mitad de todo esto, podemos tener la tentación de olvidarnos de que cada persona que emigra tiene nombre y apellidos y una historia personal. Necesidades y deseos. Emigrar forzado es un trauma. Emigrar forzado en las condiciones en las que lo están haciendo los venezolanos, encontrando en el camino todas las dificultades del mundo, es una herida de guerra que no sabemos si algún día se curará. Por suerte, el apoyo de la diáspora y la extraordinaria labor de las organizaciones no gubernamentales ofrece algo de abrigo en medio del frío de la indiferencia.

 

Franco Delle Donne

Doctor en Comunicación Política por la Freie Universität Berlin. Especialista en política alemana. Creador de «eleccionesenalemania.com», único blog de análisis político en español sobre Alemania. Conductor del pódcast «Bajo la Lupa».

 

 

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